martes, 16 de febrero de 2010

El extranjero


Di un poco más de vida, di ángeles de mí, di voces que no salen de las lenguas;
gritan de rodillas hinchadas,

di un hielo a tus golpes, a tus besos dolorosos,

y ese frio derritió los genes de la distancia,

y brotó lo que siempre nos une:


El monstro dulce, el sol gigante, el complicado, el distante, el corazón de la espalda, la imagen estrecha, el rostro estrujado…


Di mis dientes predecibles a las escenas estáticas de tu pared,

desperté y me observaban,
vivieron como tú, todo lo que di, lo que diste tú,

y las horas que permaneciste dentro.

Empezó a salir…

otra vez sentí el forastero que siempre nos une.

Volvió tu espalda a latir, cuando di el roce de mí a tu estomago, a tu pecho, al camuflaje secreto.
El reloj ya no es de arena, ni de miel, ni de bolsillo, ni de manos industriales…
El reloj es mi espacio oscuro y tu niño envuelto…
jugamos un juego, “el extranjero”.